Strange days

La vida tiene esto. Lo más importante es invisible a los ojos y los verdaderos placeres de la vida los encontramos en situaciones diarias, insignificantes, intrascendentes.
Esta semana se puede clasificar como buena para la protagonista de esta historia. Ha hecho muchas cosas. Ha terminado por fin el proyecto y además ha hecho un buen examen de Alemán. Su nueva filosofía, o antigua retomada, le va bien. Hace sólo las cosas que le apetece hacer en el momento que le apetece hacerlas. Si esto no ocurre, cambia de ocupación. La vida es para vivirla y no para sufrirla. Además de los logros académicos y del entusiasmo que siente, también ha sido una buena semana en otros aspectos. Ha disfrutado de buena compañía, de amigos y de no amigos. Ha conocido a una chica holandesa y ha hablado con ella en su lengua. Se ha dado cuenta de algo que ya sospechaba. Los holandeses son bastante informales. Son diferentes.
Nuestra protagonista también ha disfrutado del viento en su cara, de una sesión de cine casero, de la maravillosa sensación de hacer el ridículo y no sentir vergüenza por ello. Se siente viva. Al fin.

Y entre todas las cosas, también le han pasado cosas inesperadas. Dos mensajes. De personas diferentes. El día 14, contra todo pronóstico (quizás no lo sepan ustedes, pero nuestra protagonista aborrece el día de san Estupidín por ser un día para estúpidos borregos) recibió 2 sms. Puesto que hace un tiempo, conscientemente o no, decidió guardar su corazón en una cajita y tirar la llave al fondo del mar, no sintió nada. Y sin embargo, tuvo sueños extraños que la sumieron en la introversión. No duele algo que no existe. Y sino existe tampoco puedes pensar en ello. Está confundida. Está viva, más viva que nunca. Pero le duele un hueco en el que no hay nada. ¿Cómo puede doler lo que no existe?